sábado, 30 de mayo de 2020

Qué frágil todo

Las derrotas más fuertes siempre las he llorado con las manos. De repente tengo días en los que quiero abrazarme, no me alcanzo y termino automedicandome nieve de chocolate, porque a veces cuando las cosas no van bien, me las como. Me engaño precioso y termino debiéndome fe.
Al final, me quedo con esa experiencia amarga de que las cosas nunca fueron como las esperaba sino como las temía.

viernes, 1 de mayo de 2020

Sorpresa, hoy tampoco

La verdad es que ningún ser humano en la historia ha sobrevivido y yo nuevamente deseo morir. Esta vez perdí la cuenta. He llorado tanto que juraría no tardar en florecer, pero mis ganas son nulas y dejan un vacío que me humedece, mientras el agua me recorre persiguiendo la gravedad, atravesando la incertidumbre y ahogándome, me ahoga como si fuera un gran pedazo de cobija restregada en el rostro. Me ahogo como pretendiendo no querer, mientras sólo quiero que todo pase más rápido.
Es así como la vida me luce más inquietante, cuando las experiencias se quedan tatuadas en emociones y perduran lesionándome con recuerdos oxidados.
En el lugar preciso, nunca hay nadie, lo digo yo, que me encuentro huyendo en círculos nuevamente y continúo tropezando conmigo y terminando en ninguna parte otra vez. Y aunque orientar bien el foco del problema creo que ayudaría más, es mi oscuridad la que brilla con más luz últimamente, después uno cree que no puede más y es verdad, porque el verdadero sentido de la vida está dándose vuelta durmiendo unos minutos más y todo siempre mañana otra vez.
Por hoy, deseo que se pierda esta mala costumbre de estar en donde quiero estar aún cuando no me encuentro, que se pierda tan fácil como se pierden las llaves, en el hueco que hay entre dos canciones o en el vacío que dejan los recuerdos de algo que nunca pasó.