sábado, 21 de septiembre de 2019

El cigarro después de hacer el ridículo

Lo triste de padecer algún trastorno es padecer la ignorancia de los demás con respecto a ello; pero lo que no decimos no se muere, no pasa, nos mata, se transforma en un nudo de palabras dentro de nuestra garganta hasta asfixiarnos o se convierte en enfermedades.
Vivir mucho para saber quién eres, cosas malas también (y que no se olviden), llorar hasta que se seque el corazón y se haga una piedra para poder tallarla uno mismo y quererse como si fuera el diamante más valioso del mundo.
Las mil y un formas de hacer las cosas, lo abrumador de no saber cuál es la correcta pero al fin y al cabo tener que elegir alguna porque sino te estancas y si te estancas, apestas. Entonces elegí salir, salir por esa cartera de huevos que faltaba para darle vida a mis anhelos; y entonces limpio, limpio toda la mierda que no limpié por miedosa y huevona; pero el flojo trabaja doble, así que me chingué.

Posdata: Que tan bien dormiste depende de qué tan despeinado despiertes.

viernes, 20 de septiembre de 2019

Estaba poniendo flores en donde no era

Ya no hay dolor en mi hogar, lo barro a diario, me lo arranco de los labios y me quito unos años de desperdiciarme en perseguir las pendejadas que me consumen, anhelando pura mamada y es que estoy hasta la chingada de tener la sensación de que mi casa es una cueva en donde me encierro hasta que ya no me duela el cuerpo, hasta que ya no sienta, hasta calmar la fiesta, hasta cambiar tu sistema nervioso que te asesina y te arrulla, te besa y te malluga, te ayuda y estrangula.
Mi casa, mi cabeza, ahí en donde todo empieza, ahí en donde me encuentro mentiras y bellezas en donde escupo flores después de tragar tanta mierda. Flores que me hacer recordar que a los muertos en la memoria no se les llevan flores.

jueves, 19 de septiembre de 2019

¿cuántas noches le caben a un recuerdo?

Porque para no mirar atrás, me asomo mucho, y es que a veces se convive tanto tiempo con los fantasmas personales, que en lugar de asustar, terminan haciendo compañía y esto no se arregla cruzando los deditos. No se puede jugar al chingón todo el tiempo, no siempre soy la víctima, no tengo por qué estar en donde nada me sume ni tengo por qué estar restando a los demás.
He intentado tolerar todo y aquí estoy: triste, recordándome como la que escribía pidiendo auxilio mientras sonreía, queriendo sin quererme, olvidando en qué cajón guardé todo lo que me debo. ¿En dónde he estado toda mi vida?