Acariciando humedades aprendí a ver sus ojos y las cosas que me dicen. Aprendí a compartir la almohada para gritar y a transformar las risas como unidad de tiempo.
Ojalá entendiera todo lo que no digo. Pero brindo, brindo por las veces que me hace sentir valiente sin serlo, y por enseñarme que quitarle poder a lo que me hace daño también es ser valiente. Y de repente, me quito las ganas y me convierto en aire, me siento valiente y lloro.